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Paula y Javier, como novios, en Familia Misionera: “No teníamos mucha experiencia evangelizando y fueron los niños los que nos enseñaron cómo hacerlo”

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Paula es de Valencia y Javier, de Pamplona. Son matrimonio, pero el año pasado acudieron, aún como novios, con Familia Misionera a la zona de Teruel, con los misioneros que partían del colegio Real Monasterio de Santa Isabel, de Barcelona. Una semana después, se casaron.

Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

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A continuación puedes leer su testimonio, y cómo el ir de misiones les ayudó y les sigue ayudando a vivir su fe, a pesar de la pereza que da salir de la comodidad. Nos cuentan que “se habla mucho de la España olvidada, para nosotros fue un recordatorio de que esa España existe y Dios no la olvida”. Este año volverán.

 

“Nosotros fuimos a las misiones de Familia Misionera como novios y vivimos esta experiencia como preparación para nuestra boda que sería justo una semana después.

 

Nos daba pereza, la verdad, pero pensamos que la vida está para entregarla y que no podemos dejar que la fe muera en España por pereza.

 

Fuimos a Teruel y allí conocimos un grupo de matrimonios que nos inspiraron, gente entregada y alegre, en quienes veíamos un modelo. Nos acogieron con mucho cariño y nos hicieron sentir como en casa.

 

También recordamos con cariño a Elkin, el párroco de Montalbán. Un colombiano con corazón misionero que pasa sus días de casa en casa saludando y evangelizando a los habitantes del pueblo. Es muy bonito ver cómo de Europa se llevó la fe a América y ahora ellos vienen a traérnosla de vuelta.

 

Se habla mucho de la España olvidada, para nosotros fue un recordatorio de que esa España existe y Dios no la olvida. Desde entonces la llevamos en nuestro corazón y rezamos por esos sacerdotes que están tan solos intentando instaurar el Reino de Cristo en esos pueblos perdidos.

 

No teníamos mucha experiencia evangelizando y fueron los niños los que nos enseñaron cómo hacerlo. Los niños… y sus padres. Recorrían las calles llenando de esperanza y alegría los corazones de sus gentes, hablándoles del amor de Dios.

 

Da pereza, sí, pero vuelves a casa con la sensación de haber rozado el cielo.

 

Este año repetiremos”.

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